lacuestión
La Cuestión se origina en Barranquilla, Caribe colombiano
Un tema muy controvertido
Inconvenientes de la libertad
Por Carlos Rosales
Si escogemos las más deseables de nuestras experiencias varoniles (que no son todas, por desgracia), podemos concluir que el goce deseable de las mujeres debe de ser una cosa, por decirlo de alguna manera, delirante.
¿Justifica esto, por agradable o (según la concepción liberal del asunto) permisible que sea, una actitud negligente e inmediatista, que derive en la comisión de un asesinato en el futuro? Porque es un asesinato. Tal vez al tenor de las leyes una persona natural es aquella que sale del vientre de la madre y se desprende del cordón umbilical, pero: ¿qué significa alumbrar, dar a luz? ¿Acaso que, antes de ver el mundo ese ser no tiene derecho legítimo de su existencia? ¿Cómo va a saber un abogado lo que siente un niño cuando es (literalmente, cual desafortunada víctima de atraco en una calle solitaria y oscura de Bogotá) chuzado y herido hasta la muerte?
Los hombres se emborrachan, juegan, amanecen en la calle, van a las guerras, no tienen que explicar su promiscuidad (que nadie, salvo el cónyuge o su suegra, les censura), en fin, su condición les permite tener un carácter errante y vagabundo, y por todo eso se les tacha, con razón, de irresponsables. Pero no traen hijos al mundo. Las mujeres, generalmente (hay excepciones desde luego), no se permiten tantas libertades. Pero a veces pasa algo raro, y por eso pueden llegar a vender la vida de alguien que lleva su sangre a cambio de unos cuantos minutos de lujuria (que bien pueden venir después de un rato de sexo “no peligroso”).
Del Informe de Brodie
La Intrusa
Jorge Luis Borges
2 Reyes, I, 26.
Dicen (lo cual es improbable) que la historia fue referida por Eduardo, el menor de los Nelson, en el velorio de Cristián, el mayor, que falleció de muerte natural, hacia mil ochocientos noventa y tantos, en el partido de Morón. Lo cierto es que alguién la oyó de alguién, en el decurso de esa larga noche perdida, entre mate y mate, y la repitió a Sanntiago Dabove, por quien la supe. Años después volvieron a contármela en Turdera, donde había acontecido. La segunda versión, algo más prolija, confirmaba en suma la de Santiago, con las pequeñas variaciones y divergencias que son del caso. La escribo ahora porque en ella se cifra, si no me engaño, un breve y trágico cristal de la índole de los orilleros antiguos. Lo haré con probidad, pero ya preveó que cederé a la tentación literaria de acentuar o agregar algún pormenor. En Turdera los llamaban los Nielsen. El párroco me dijo que su predecesor recordaba, no sin sorpresa, haber visto en la casa de esa gente una gastada Biblia de tapas negras, con caracteres góticos; en las últimas páginas entrevió nombres y fechas manuscritas. Era el único libro que había en la casa. La azarosa crónica de los Nielsen, perdida como todo se perderá. El caserón, que ya no existe, era de ladrillo sin revocar; desde el zaguán se divisaban un patio de baldosa colorada y otro de tierra. Pocos, por lo demás, entraron ahí; los Nielsen defendían su soledad. En las habitaciones desmanteladas dormían en catres; sus lujos eran el caballo, el apero, la daga de hoja corta, el atuendo rumboso de los sábados y el alcohol pendenciero. Sé que eran altos, de melena rojiza. Dinamarca o Irlanda, de las que nunca oirían hablar, andaban por la sangre de esos dos criollos. El barrio los temía a los Colorados; no es imposible que debieran alguna muerte. Hombro a hombro pelearon una vez a la policía. Se dice que el menor tuvo un altercado con Juan Iberra, en el que no llevó la peor parte, lo cual, según los entendidos, es mucho. Fueron troperos, cuarteadores, cuatreros y alguna vez tahúres. Tenían fama de avaros, salvo cuando la bebida y el juego los volvían generosos. De sus deudos nada se sabe ni de dónde vinieron. Eran dueños de una carreta y de una yunta de bueyes. Físicamente diferían del compadre que dio su apodo forajido a la Costa Brava. Esto, y lo que ignoramos, ayuda a comprender lo unidos que fueron. Malquistarse con uno era contar con dos enemigos. Los Nilsen eran calaveras, pero sus episodios amorosos habían sido hasta entonces de zaguán o de casa mala. No faltaron, pues, comentarios cuando Cristián llevó a vivir con él a Juliana Burgos. Es verdad que ganaba así una sirvienta, pero no es menos cierto que la colmó de horrendas baratijas y que la lucía en las fiestas. En las pobres fiestas de conventillo, donde la quebrada y el corte estaban prohibidos y donde se bailaba, todavía, con mucha luz. Juliana era de tez morena y de ojos rasgados; bastaba que alguien la mirara para que se sonriera. En un barrio modesto, donde el trabajo y el descuido gastan a las mujeres, no era mal parecida. Eduardo los acompañaba al principio. Después emprendió un viaje a Arrecifes por no sé qué negocio; a su vuelta llevó a la casa una muchacha, que había levantado por el camino, y a los pocos días lo echó. Se hizo más hosco; se emborrachaba solo en el almacén y no se daba con nadie. Estaba enamorado de la mujer de Cristián. El barrio, que tal vez lo supo antes que él, previó con alevosa alegría la rivalidad latente de los hermanos. Una noche, al volver tarde de la esquina, Eduardo vio el oscuro de Cristián atado al palenque. En el patio, el mayor estaba esperándolo con sus mejores pilchas. La mujer iba y venía con el mate en la mano. Cristián le dijo a Eduardo:
- Yo me voy a una farra en lo de Farías. Ahí la tenés a la Juliana; si la querés, úsala.
El tono era entre mandón y cordial. Eduardo se quedó un tiempo mirándolo; no sabía qué hacer. Cristián se levantó, se despidió de Eduardo, no de Juliana, que era una cosa, montó a caballo y se fue al trote sin apuro.
Desde aquella noche la compartieron. Nadie sabrá los pormenores de esa sórdida unión, que ultrajaba las decencias del arrabal. El arreglo anduvo bien por unas semanas, pero no podía durar. Entre ellos, los hermanos no pronunciaban el nombre de Juliana, ni siquiera para llamarla, pero buscaban, y encontraban, razones para no estar de acuerdo. Discutían la venta de unos cueros, pero lo que discutían era otra cosa. Cristián solía alzar la voz y Eduardo callaba. Sin saberlo, estaban celándose. En el duro suburbio, un hombre no decía, ni se decía, que una mujer pudiera importarle, más allá del deseo y la posesión, pero los dos estaban enamorados. Esto, de algún modo, los humillaba.
Una tarde, en la plaza de Lomas, Eduardo se cruzó con Juan Iberra, que lo felicitó por ese primor que se había agenciado. Fue entonces, creo, que Eduardo lo injurió. Nadie, delante de él, iba a hacer burla de Cristián.
La mujer atendía a los dos con sumisión bestial; pero no podía ocultar alguna preferencia por el menor, que no había rechazado la participación, pero que no la había dispuesto.
Un día, le mandaron a la Juliana que sacara dos sillas al primer patio y que no apareciera por ahí, porque tenían que hablar. Ella esperaba un diálogo largo y se acostó a dormirla siesta, pero al rato la recordaron. Le hicieron llenar una bolsa de todo lo que tenía, sin olvidar el rosario de vidrio y la crucecita que le había dejado su madre. Sin explicar nada la subieron a la carreta y emprendieron un silencioso y tedioso viaje. Había llovido; los caminos estaban muy pesados y serían las tres de la mañana cuando llegaron a Morón. Ahí la vendieron a la patrona del prostíbulo. El trato ya estaba hecho; Cristián cobró la suma y la dividió después con el otro.
En Tundera, Los Nielsen, perdidos hasta entonces en la maraña (que también era una rutina) de aquel monstruoso amor, quisieron reanudar su antigua vida de hombres entre hombres. Volvieron a las trucadas, al reñidero, a las juergas casuales. Acaso, alguna vez, se creyeron salvados, pero solían incurrir, cada cual por su lado, en injustificadas o harto justificadas ausencias. Poco antes de fin de año el menor dijo que tenía que hacer en la Capital. Cristián se fue Morón; en el palenque de la casa que sabemos reconoció al overo de Eduardo. Entró; adentro estaba el otro, esperando turno. Parece que Cristián le dijo:
- De seguir así, los vamos a cansar a los pingos. Más vale que la tengamos a mano.
Habló con la patrona, sacó unas monedas del tirador y se la llevaron. La Juliana iba con Cristián; Eduardo espoleó al overo para no verlos.
Volvieron a lo que ya se ha dicho. La infame solución había fracasado; los dos habían cedido a la tentación de hacer trampa. Caín andaba por ahí, pero el cariño entre los Nilsen era muy grande -¡quién sabe qué rigores y qué peligros habían compartido! Y prefirieron desahogar su exasperación con ajenos. Con un desconocido, con los perros, con la Juliana, que había traído la discordia.
El mes de marzo estaba por concluir y el calor no cejaba. Un domingo (los domingos la gente suele recogerse temprano) Eduardo, que volvía del almacén, vio que Cristián uncía los bueyes.
Cristián le dijo:
- Vení; tenemos que dejar unos cueros en lo del Pardo. Ya los cargué; aprovechemos la fresca.
El comercio del Pardo quedaba, creo, más al sur; tomaron por el Camino de las Tropas; después, por un desvío. El campo iba agrandándose con la noche.
Orillaron un pajonal; Cristián tiró el cigarrillo que había encendido y dijo sin apuro:
- A trabajar, hermano. Después nos ayudarán los caranchos. Hoy lo maté. Que se quede aquí con sus pilchas. Ya no harán más perjuicios.
Se abrazaron, casi llorando. Ahora los ataba otro vínculo: la mujer tristemente sacrificada y la obligación de olvidarla. (Caricatura: uc.or.uy. Fotos:literatura.org, usuarios.sion.com y themodernword.com)
Sobre la belleza
MITO & MANOS
Al escuchar la noticia sobre el rescate de la soldado Jessica Lynch, durante la invasión Norteamericana a Irak, pensé que los comentarios que seguirían serían sobre heroísmo, arrojo, precisión, heridos o muertes durante la misión. Pero no, me sorprendí cuando los periodistas del programa radial de esa hora de la mañana, resaltaban la belleza de la militar, incluso ignorando que mientras la rescataban, moría la primera soldado de las tropas gringas, de origen Indio. Quien dirigía el programa radial, preguntó a tres corresponsales en diferentes partes del mundo y todos ellos aconductadamente respondían: ¡Sí muy hermosa! ¡Sí, muy bella! O ¡Muy bonita!
Me quedé pensando entonces, ¿cuál será para estos señores la noticia, la belleza de Jessica o la perdida de vidas durante el rescate o la guerra? Pues bien, esa manera de enfocar la información o de dirigir ese programa radial, obedece a un estilo particular, que curiosamente tiene mucha audiencia nacional e internacional, y vende mucho, y es muy editado supongo, porque es muy frecuente escuchar a las personas que llaman, decir: … ¡no me vaya a colgar, por favor!
Al final acepté que ese era el formato del programa, que no obstante no estar de acuerdo con el mismo, podía percibir los riesgos de “la homogenización del pensamiento, que a su vez puede llegar a homogenizar la sociedad, perspectiva ésta bastante sombría”. ¿Globalización? “Esta tendencia hacia la igualdad se observa por doquier, en la medida en que todo se copia, lo bueno y lo banal y, en general, es más fácil copiar lo banal que lo profundo”. Como también es cierto que, “la gran desventaja de la homogeneidad es que disminuye la variación, la cual es la clave de la supervivencia (1)”.
Para nadie es un misterio, hoy para los medios masivos de comunicación está primero la belleza, ésta vende más. Igual vende más también lo superfluo, lo fútil, lo frívolo, lo morboso. Pero la belleza también está homogenizada. “Haciendo un viaje a través de la historia de la belleza queda algo claro, nunca ha sido algo absoluto e inmutable, sino que ha ido adoptando distintos rostros según la época histórica y el país” (2). Hay abundancia y prodigalidad en definiciones, pero las más importantes que se han dado, a pesar de sus diferencias muestran un punto común de convergencia, todas presuponen el antiguo principio calológico de la: taxis kai symmetría. Como todo lo de occidente, desde Grecia se dictaron dichos principios, orden y simetría, armonía de proporciones, unidad en la variedad (3)”.
Estos cánones son universales, tienen un trasfondo cosmológico. No señalan colores, no escogen razas, ni etnias; no discriminan. Es el hombre mismo a través de la historia quien ha sesgado la percepción, con base en la dominación cultural y económica. Con respecto al aprendizaje y la memoria, se dice: “Si el sistema ya ha visto algo antes, lo reconocerá mejor cuantas más veces lo vea y también coactivará patrones familiares asociados que ya fueron integrados (4)”. Veamos, ya en “los textos poéticos y filosóficos más antiguos, aparece el adjetivo kalos (bello, hermoso). Y en ellos es clara la tendencia a asociar kalos con lo útil; la estética de Homero está siempre ligada a normas de decencia y conveniencia exteriores (5)”. Con los poetas líricos la belleza se interioriza y se espiritualiza. “En Píndaro encontramos lo que posiblemente sea la primera descripción de lo bello; lo define como aquello que se contempla con placer, deleita la visión y se expone para ser admirado (6)”.
Durante la Edad Media se enfatiza en la belleza espiritual, que se relaciona con la esfera moral. Se parte de la base de que la belleza ha de afectar tanto al ojo como al alma. “San Agustín fue el máximo representante de la estética cristiana antigua, decía: que la medida eterna e inmutable que hace posible todo juicio, es Dios, que es la misma belleza y crea solamente seres bellos (7)”. Se agrega una cosmovisión teológica de inspiración cristiana. ¿Y lo que no es bello qué? No obstante continua vigente el principio de “armonía de proporciones”; incluso durante “El Renacimiento”, pero ya se retoma la naturaleza y la naturalidad con todos sus detalles, se adquiere mayor conciencia de la subjetividad y la creatividad. Era la época de Botticelli, Leonardo da Vinci, Miguel Ángel, Rafael, Tiziano. Renació el gusto por la vida, la sensibilidad, los colores, la luz y la belleza del cuerpo humano. El feudalismo dio paso al capitalismo. Las familias más poderosas dominaban la banca, eran los mecenas. Se pintaban y resaltaban sus figuras, estilos y costumbres.
A la reforma protestante, los países católicos respondieron con la contrarreforma, lo cual da origen al estilo “Barroco”. Rubens es considerado el pintor más representativo de esta época, con el “cuerpo barroco”, que se reconoce por sus gruesas mujeres. Lo bello era recargado.
A partir del siglo XVIII, ya en el “Rococó”, se habla de los procesos psicológicos de la experiencia estética, “es una proyección sentimental del sujeto en el objeto”. Theodor Lips habla de la subordinación monárquica. “Se celebra el triunfo del erotismo, y las mujeres nunca aparecieron tan deliciosas como en la pintura de esta época (8)”.
Por último, en la modernidad adquiere importancia y prominencia la nota expresiva. Belleza = Forma y Expresión. Los medios masivos manipulan la percepción. Concluimos entonces aceptando que nos están promediando un patrón de belleza, la ley del mercado, que la humanidad siempre ha necesitado de los famosos, a quienes se sigue e imita (conducta gregaria), primero fueron los Dioses, luego los Héroes, los Emperadores, los Reyes, los Príncipes, los Guerreros, los Mecenas. Hoy los Magnates, los Actores, los Cantantes, los Deportistas, etc. Igual como antes los Escultores y Pintores trabajaron para aquellos, hoy los medios trabajan para estos. Crean iconos porque viven de ellos.
¿Y los cirujanos estéticos? Para empezar la estética es una reflexión filosófica, no establece cánones, no crea, no homogeniza, luego el termino cirugía estética es un invento comercial sobre dimensionado por las presentadoras de farándula de los canales de televisión. Un mundo editado que no diferencia entre fabula y realidad, sólo busca alienar para vender más, es el colmo que la opinión y los arquetipos los estén generando las presentadoras de televisión. Pareciera que algunos colegas estuvieran inmersos en el “reino de la cantidad” (9), para ellos solo existen las verdades cuantitativas de las estadísticas, de las encuestas, del mercado, de las medidas. Así se creen capaces de transformar el cuerpo sin importar el precio que se paga por ello. ¡No, a veces hay que decir no! Deberían conocer sus límites, so pena de transformarse en demiurgos que no solo corrigen defectos (para lo que sí deben estar preparados), sino que también retan los mismos límites de lo humano y fisiológico, hasta convertirse en verdaderos narcisos que pretenden llegar a la perfección mediante su supuesta habilidad y técnica quirúrgica. Alimentando así más su ego que las reales (y distorsionadas) expectativas de sus pacientes.
La cirugía plástica es una especialidad quirúrgica, que busca solucionar problemas reales con resultados reales. Tristemente hoy muchos colegas se preocupan más por salir en las notas de farándula de la televisión y de las revistas de chismes que en las publicaciones científicas. Ya no les interesara ser reconocidos como buenos cirujanos. Sino como el cirujano de las reinas. Ya no están alineados por profundizar sino alienados por superficializar. No, la cirugía plástica es una especialidad funcional y de profundas implicaciones sociales. El cirujano plástico debe equilibrar, armonizar; no vender fantasías que solo duran mientras cede el edema de los tejidos y desaparece el barniz de su egotismo.
1. Llinas R. El cerebro y el mito del yo. 1Ed. Bogotá. Editorial Norma; 2002: p. 300.
2. Eco H. Historia de la belleza. 2 Ed. Barcelona. Editorial Lumen, S.A.; 2004: p. 14.
3. Estrada D. Estética. 1Ed. Barcelona. Editorial Herder; 1988: p. 625.
4. Llinas R. El cerebro y el mito del yo. 1Ed. Bogotá. Editorial Norma; 2002: p. 213.
5. Estrada D. Estética. 1Ed. Barcelona. Editorial Herder; 1988: p. 534.
6. Ibid., p. 535.
7. Ibid., p. 508.
8. Schwanitz D. La Cultura. 9 Ed. Madrid. Taurus; 2003: p. 283.
9. Ospina W. La decadencia de los dragones. 2Ed. Bogotá. Editorial Nomos S.A., 2003: p. 132.
*Cirujano plástico
Ilustración del encabezado: "El Nacimiento de Venus", de Sandro Boticcelli. Fotografía 1: Venus de Milo. Fotografía 2: Michael Jackson.
Fotografias: historiadelarte.com, mueso del louvre y 20minutos.
Andrés Rosales escribe (mes de julio)
Fue dilatado su historial como intérprete. Compuso algunas piezas muy conocidas como “La Candela Viva”. Estuvo al servicio de la famosa Sonia Osorio y de Totó la Momposina en Europa muchos años, a pesar de que el gigantesco talento que poseía le hubiera servido para brillar con luz propia varios cientos de vidas. Sin embargo, solo grabó un disco en su vida, logro este, por cierto, precariamente conseguido, pues murió poco después de que la obra fuera una realidad.
El supuesto patriotismo exacerbado también se ha ensañado con la música. No hay más que mirar la multitud de manifestaciones de él. Evidente hipocresía utilitarista es grabar decenas de refritos musicales de piezas tradicionales de nuestra música y la explotación inescrupulosa que de ellas hacen cantantes jóvenes engañando fácilmente tanto oído maleducado. Ahora bien, aunque el tal patriotismo supera tramposamente varias pruebas, a la hora de la verdad reprueba con nota bastante baja un examen más riguroso cuando encara casos como el de la indiferencia ante nuestro tamborero.
Cómo es este asunto. Encarna más colombianidad el intérprete antioqueño, pretendida superestralla del rock en Latinoamérica, colmado a sí mismo de mal avenidos injertos culturales anglosajones (aún así, se da el lujo de pregonar patriotismo y vender millones), cuyo compañero de escena es una ajena, fría y lejana guitarra eléctrica, que el palenquero Batata, producto genuino de la tierra, que conservó virginales sus costumbres y tradiciones ancestrales, percutor de un instrumento incorporado a nuestra cultura hace más de dos siglos. ¿Cuál debería de manera más natural y obvia conquistar el oído del pueblo?
Culpa de las disqueras. Culpa de las emisoras radiales. Si, culpa de estos verdaderos determinadotes de los asesinos de la mayoría de las verdaderas expresiones de la música colombiana. ¿Y de quién más es la culpa? Del patriotismo comercial. El mismo que patrocinan esos que a la vez lo han convertido en una auténtica dictadura sin norte conocido. Hallar las pruebas de la majadería de los abanderados de esta práctica resultaría sencillo si por el caso Batata se abriera una causa.
Vemos como natural cierta profusión de compositores excelsos que aquí han nacido, por ignorar lo que acontece a nuestro alrededor. El panorama andino en materia de música popular puede perecerse a un desierto en ciertos puntos de la geografía bolivariana. Ninguno de los países de esta cuenta con la cosecha de artistas talentosos que aquí da frutos, muere y retoña sin cesar (solo esperamos que se entienda que talentoso difiere de popular y que cada vez menos coinciden ambas cualidades en un mismo artista).
Sin embargo, escogimos aceptar la imposición de la mediocridad. Nos atrevemos a sentenciar que en casi ninguna tienda musical de Colombia daría razón de Batata III. La noticia más cercana que hay de la opera prima de Paulino y sus rumberos está en la remota versión inglesa del portal de internet de la tienda de discos Tower Records.
Radio Bakongo es magnífico, paciente lector. Nada más decimos, porque es él su mejor carta de presentación. Allí no hay presa mala. Nos consideramos privilegiados por contar con un ejemplar del compacto, conseguido por obra de la casualidad. Al lector, a falta de otra opción, le sugerimos ingresar al portal mencionado y conformarse con escuchar breves extractos de cada tema.
De la Real Academia Española de la Lengua
_ Departamento de Español al día RAE
La opinión de Gossen (mes de julio)
Por Juan Gossen Funes
4 - Habla también el redactor, algo pomposamente, de la “Zona Insular”. ¿No hubiera sido menos tonto y más exacto decir las islas de San Andrés y Providencia? Allí, en esa “Zona”, al parecer, según el texto, existe “una supervivencia europea llamada el SHOTTISH” (sic.) Les confieso que jamás había tenido noticia de esa “supervivencia” musical y menos aún representada por tan extraña palabreja. ¿De que se tratará? (Pag. 273.´)
5- Finalmente, quiero dejar sentada mi protesta de melómano por la no inclusión del excelso intérprete y compositor caribe César Mora entre las “Figuras destacadas de la música” aparecidas en la enciclopedia. Este reparo obedece a que alguna vez tuve la grata oportunidad de apreciar su estatura musical durante la presentación que dentro del marco del certamen BarranquiJAZZ, efectuara el músico. El “swing jacarandoso” desplegado por el artista, su innato talante caribe, unidos a su descomunal sentido del ritmo llevaron a que Mora “hiciera de las suyas” como tan hermosamente califican los comunicadores de hoy una actuación destacada. Debemos aceptar que el hombre tiene “duende”, en el sentido andaluz del término. De tal manera que, propóngo incluirlo en una próxima edición de la enciclopedia.
La eñe, obra de la economía
Por supuesto, para que esto significara realmente un ahorro de material, había que dibujarla chiquita y achatada porque, si no, en lugar de ganar un espacio se hubiera perdido una línea. Lo mismo se hacía cuando una ene seguía a otra: la segunda se escribía encima de la primera. Si se observa la tilde de la eñe , que es igual a la tilde con que el portugués indica la nasalización de una vocal, se notará que no es otra cosa que una ene achatada escrita encima de otra ene. Así nació la letra símbolo del español, que defendemos porque defenderla es defender nuestro idioma, y, como lo defendemos, escribimos Cataluña en español como escribimos España .
(Tomado de "Diálogo semanal con los lectores", del diario La Nación, de argentina)