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La Cuestión se origina en Barranquilla, Caribe colombiano
domingo, julio 23, 2006
 
El señor Franza Kafka decidió hoy ausentarse de su trabajo


"Cuando he ido a levantarme de la cama, simplemente me he desplomado. El motivo es muy sencillo, estoy completamente agotado. No por culpa de la oficina, sino de mi otro trabajo. La oficina es inocente de que yo tenga que ir allí, no pueda vivir tranquilamente para mi trabajo y tener que pasar en ella seis horas diarias, que especialmente el viernes y el sábado, que estaba desbordado por mis asuntos, me han atormentado como usted no se puede imaginar. Al fin y al cabo, sé que todo esto no son más que tonterías, la culpa es mía y la oficina tiene en contra mía los más claros y justificado derechos. Solo que para mí esta es una espantosa doble vida, de la que probablemente no habrá más escapatoria que la locura. Escribo esta a la luz de la mañana, y sin duda no lo escribiría si no fuera tan cierto y si no le quisiera a usted como a un hijo".
"Por lo demás, mañana me habré sin duda recuperado y podrá ir a la oficina, donde lo primero que oiré es que quiere usted echarme de su sección
”*.


Franz Kafka trabajaba en el Instituto de Seguros de Accidentes de Trabajo, en Praga. La explicación al contenido de la carta transcrita la encuentra el autor de Kafka Los años de las decisiones en que en ese momento de su vida laboral Franz contaba con la suficiente confianza de sus superiores como para darse proceder de forma tan inusual. La confianza ganada por Kafka obedecía al conocimiento de su oficio, y a su vez permitía a sus inmediatos superiores descargar en él algunas responsabilidades poco atractivas.

La carta se conoce, según el autor, no porque haya reposado en los archivos del Instituto, pues esto último hubiera implicado que el escritor fuera cesado inmediatamente pues el receptor de la misiva no era otro que su superior, sino porque el escritor checo la trascribió en su diario.

El “otro” trabajo a que se refiere la carta era, claro está, la literatura, a la que se dedicaba el escritor por la noche luego de cenar.

Dice: “tener que trabajar en ella -la oficina- seis horas diarias”: la de Kafka era una oficina del estado que funcionaba en jornada continua, entre las 8, Franz llegaba a las ocho y cuarto, y las dos de la tarde: la tarde libre y el sustento asegurado, empezando la jornada laboral a las ocho de la mañana, una hora bastante razonable, era sin duda una agradable forma de subsustir.


* "Kafka Los años de las decisiones", Reiner Stach, Siglo XXI Editores España.

sábado, julio 22, 2006
 
¿Bogotá? Sí, Bogotá

Parque del Chicó, Bogotá. Foto: Francisco Tamayo

 
De Carlos Rosales


Hace algunos años en los Estados Unidos, una mujer –y parece que ahora son muchas- manifestó su deseo, e incluso lo reclamó como su inviolable derecho, de meterse a un ring boxear de igual a igual con los hombres; sí, con esos gladiadores de grandes músculos que se entrenan para masacrar adversarios tan fuertes como ellos, e incluso, en las más dramáticas ocasiones, mandarlos a la otra vida. La pregunta no es si esta “chica” tendrá alguna posibilidad de salir airosa; la pregunta es: ¿qué tan loca está?

No termina uno de explicarse este absurdo: este estúpido afán –porque no es otra cosa- de parecerse lo más posible los miembros del sexo opuesto, o de adquirir publicidad en pos del dinero o de una celebridad pésimamente entendida. Algunas de esta representantes vanguardistas de este temible y grotesco feminismo agresivo e intransigente, no van tan lejos como nuestra amiga boxeadora. Afortunadamente. Pero ofrecen espectáculos igualmente deprimentes, cuando con la misma boca que escupe insultos que harían ruborizar a un camionero o a un chofer de bus, chupan cigarrillo en actitud desafiante, y luego exhalan el humo de manera tan insinuante e irreverente como para convencernos de querer protagonizar un cuadro no muy diferente al de la más fina prostituta francesa. Y así, otras maravillas por el estilo. Posiblemente lo hagan para que a nadie se le ocurra confundirlas con esas mojigatas anacrónicas que no rompían su ropa, no fumaban, no bebían, y no se acostaban con el primer mozo de labia florida y vacía –y a veces ni eso- que se les atravesaba en el camino.

Cierta persona definió este fenómeno como un “antivalor”; no se si existirá esa palabra, pero me parece suficientemente adecuada para aproximarnos a las absurdas actitudes modernas del sexo débil, que ya, dicen, no es débil; pero lo peor no es eso, lo peor es que ya ni siquiera –así lo practique compulsivamente- es sexo.

 
Por Iván Rubio, M.D.
TANTO ASPAVIENTO



Al entrar por la puerta de atrás del hospital, de lejos se apreciaban los cadáveres envueltos en sábanas casi transparentes, desgastadas y desgarradas por el uso y el abuso. Todas las mortajas eran iguales, pero a los de mejor posición social los envolvían en otra más nueva antes de llevárselos. Sobre los cuerpos ya fríos, sus deudos lloraban con discreción mientras estaban solos, pero reaccionaban incluso con alaridos según la compañía: a más parientes o acompañantes, más llanto.

El corredor que servía de morgue estaba enchapado con baldosines blancos y al fondo, sobre un estante metálico, se veían múltiples frascos que contenían restos de órganos. Había un olor a formol, no tenía puerta externa y la interna comunicaba con el departamento de Patología, donde había dos o tres camillas desgastadas y despintadas, escuetas, sin colchonetas, que se ocupaban según la mortalidad de la jornada.

Cuando los funcionarios del hospital pasaban frente al portillo no se detenían. Si acaso, lanzaban una mirada de recelo, como reconociendo su impotencia ante la muerte. Tampoco sabían qué expresión adoptar cuando se sentían acosados por miradas empañadas por las lágrimas, algunas agresivas.

Arriba, en el techo, se veían los tubos de diferentes diámetros y colores: el del vapor de las calderas, el de los cables eléctricos, el de las aguas negras y otros quien sabe de qué y para qué. A un costado y en diagonal se encontraba el depósito de las basuras, donde caían por el ducto circular todos los desechos no orgánicos. El ruido seco e intempestivo era permanente y macabro.

Enfrente estaba el parqueadero interno de los directivos y el de las ambulancias viejas. Los carros de aquellos, siempre nuevos. Bordeando el parqueadero y a pocos metros del difunto, se hallaba el incinerador de las placentas y otros biológicos, con sus visitadores más asiduos, las ratas. Se trataba de un horno a gas al que los hombres llegaban empujando la carreta, bajaban las bolsas rojas, abrían la compuerta y las arrojaban en su interior. Luego se percibía el ruido crepitante del flameo y un olor alquitranado; las bolsas verdes las llevaban atrás, donde las recogía diariamente el carro de las basuras. A este estacionamiento arrojaban desde el 5º piso las cajas vacías de los líquidos endovenosos y otros medicamentos utilizados en la unidad renal. Su ruido seco interrumpía al caer el sollozo de la orfandad; también descargaban los alimentos para la cocina y los insumos para el almacén.

De los carros funerarios que ingresaban con gran diligencia, descendían solícitos los amortajadores. Con exagerada impostura, fríos e indiferentes, dos hombres bajaban un estuche grande de cuero marrón con una larga cremallera en el medio; la colocaban en el suelo, la abrían, suspendían el cadáver y lo depositaban en su interior. Aun así, los familiares los miraban con más gratitud a ellos que a los médicos y a las enfermeras. Una vez introducido el cuerpo en el vehículo se frotaban las manos y se dirigían a los parientes con la prepotencia de un cosmetólogo postmorten. Acordaban los retoques y el precio y con desfachatez preguntaban: «¿Cómo desean el maquillaje? »; ofrecían baño general, peinado, engominado, afeitada, etc., para terminar agregando: «Va a quedar como si estuviera dormido». Generalmente, una vez se marchaba el vehículo mortuorio, todos los familiares se tranquilizaban y se disgregaban silenciosos.

Rodríguez siempre pensó en lo irónico de la frase “Se entra por delante y se sale por detrás”. A la entrada, entre jardines con árboles frondosos y plantas florecidas, casi siempre había una fila de vehículos de los que descendían pacientes y acompañantes. Una romería de médicos, estudiantes, enfermeras, pacientes, parientes y otros más, entraban y salían por la ancha puerta de vidrio. Por detrás, basura y cosas indeseables, escasas personas, todo cubierto de cemento.

Al principio la muerte produce caras de incredulidad, luego de reflexión e inutilidad, gestos de nostalgia, más tarde un desaliento y una soledad absoluta. Y el dolor profundo y sordo que invade el pecho y asciende por la garganta como si buscara salida para explotar en un llanto lacerante. Los ajenos evitan a los deudos; algunos acompañan incómodos, solo por cumplir, sin saber qué decir o cómo comportarse.

Reflexionando sobre todo aquello, Rodríguez se dirigió a la emergencia para iniciar su turno.

Por mucha compañía que haya en esos momentos realmente el dolor no se puede compartir; la carga es única y personal, siempre está presente la expectativa de una solitud dolorosa y de una ausencia irremediable una vez se le da sepultura al muerto. Definitivamente, tenemos la vida prestada.

 
LA COMPLEJIDAD, ÚLTIMA ESTACIÓN
Abordemos, finalmente, la temática de la complejidad, particularmente lo referente a sus desafíos, pues es el mundo al cual se enfrenta la Universidad de nuestros días.

En primera instancia, mencionemos a Escher, en tanto su “mundo georreferenciado” da una idea precisa del tema a tratar. En términos de Universidad, los ejes Socio-Culturales - Ciencia – Antropológico, cobran un nuevo sentido. En la Ética y en la Política se da el desafío de la complejidad, pues la pregunta por el sentido de lo antropológico cobra plena vigencia.

Entre el siglo XIX y el siglo XX la Universidad plantea el interrogante sobre su sentido. Esto hace que se redefina la cultura, dando paso a una contracultura, enmarcada en un siglo de Revolución Industrial.

El espacio se entiende como mundial, y el tiempo como historia. Occidente toma conciencia de su realidad, asumiendo el mito del progreso como propio.

Se entiende el siglo XIX como una centuria de “espejo entero”, mientras que el siglo XX va a mostrar un “espejo trizado”, donde sólo es posible que el ser humano se reconozca en fragmentos, no de forma completa.

El siglo de Napoleón y la Reina Victoria nos ofrece tres figuras determinantes para la Humanidad: Marx, Freud y Nietzsche, los maestros de la sospecha, pues son quienes se encargan de mostrar la falsedad (mentira) del proyecto moderno. Se habla del Nihilismo (la “nada”). Es claro que después de estos tres hombres, y de la Segunda Guerra Mundial, no se podrá reconstruir el espejo nunca más.

Marx encuentra en el trabajo el elemento central. Construye una estructura donde van a primar tres conceptos: Hominización-Humanización, Naturaleza-Natural, Socializa-Lenguaje. Estos términos se relacionan de forma dinámica. Se da pues, una relación económica entre el hombre y la naturaleza, y una relación histórica entre el hombre y la sociedad.

El filósofo Karl Marx lleva al máximo nivel el concepto de Trabajo, como eje estructurador. Dice que el trabajo está Alienado; es decir, quebrado. Así, el sentido de las relaciones se pierde, y se presentan: Una des-Humanización, una des-Naturalización y una des-Socialización.

Para Marx el trabajo alienado está hecho para la dominación; por tanto, concluye que hay que liberarlo. “La sociedad se transforma en la medida que cambien los modos y los medios de producción”. Finalmente, dice que las relaciones humanas son histórica y socialmente construidas.

Freud, por su parte, establece la definición topográfica de la psiquis humana. Explica tres estadios: el Consciente, el Preconsciente y el Inconsciente. Es un hecho para él, que el Inconsciente está constituido por la vida afectiva y por los sueños, elementos que conforman el pasado. De paso, indica que al ser humano lo domina el Inconsciente.

Para el autor -médico austriaco de origen judío- el lenguaje es síntoma, pues no es transparente. Así mismo, dice que la regulación de la psiquis está rodeada por tres principios, que nos permiten hablar de una economía: El deber, que es el Súper yo, asume la moral; la Realidad, que es el Yo, permite el equilibrio; y el placer, que es el Ello, da rienda suelta a los instintos.

También expone dos fuerzas dentro de la vida psíquica: las Eróticas, que tienden a la construcción, y las Tanáticas, que apuntan a la destrucción. El Doctor Freud crea el caso clínico, y concluye que todo es movido por la pulsión del placer.

De este modo, la humanidad, completará tres heridas narcisistas: la del heliocentrismo de Copérnico, la de la Evolución de Darwin, y la del Inconsciente con Freud.

Nietzsche, expresa una idea fuerte: el mundo occidental está montado sobre una gran máscara. El fundamenta esto en una premisa: “nos hemos consagrado a una moral de esclavos, no a una moral de hombres.” Para este insigne filólogo, Dios ha muerto.

La figura del Superhombre sintetiza el ideal nietzscheano, ya que nos permite contemplar a un hombre adulto que vuelve a su niñez; la curiosidad y la creatividad de la infancia se asoman en la adultez. Por eso, el arte es la salida para Nietzsche. Si no existen valores eternos, históricos, los podemos crear en cada momento. El niño, es inocencia y olvido; por ende, la única salida es la Estética.

En conclusión, los tres maestros de la sospecha colocan en entredicho el sentido de la vida.

SIGLO XX: TIEMPO DE COMPLEJIDAD

El siglo XX se explica desde las guerras, la Primera o Gran Guerra y la Segunda –inmensa en brutalidad y horror- Guerra Mundial.

La Primera Guerra Mundial se reconoce como la primera guerra industrial de la historia: el uso de gases y metralletas enmarcan su drama. Esta confrontación mundial marca la caída de las águilas; vale decir, de los imperios – británico, prusiano, austrohúngaro y otomano-, los cuales entran en contradicciones.

En primera instancia, se observa cómo los serbios, antiguos aliados de los rusos, prenden la chispa, con el asesinato en Sarajevo del príncipe Francisco Fernando, heredero del imperio austrohúngaro. Tal asesinato hace que los rusos declaren la guerra a sus antiguos amigos. En 1917, la Revolución Bolchevique marca el camino del final de esta guerra, con la firma de un armisticio. En París se firmará un año más tarde el Tratado de Versalles, que obliga a Alemania a pagar los destrozos de la cruel guerra.

Por otra parte, Inglaterra entra en contradicción con la India, y los otomanos van a caer en 1920. La guerra, sin duda, divide a los austrohúngaros.

En el período de Entreguerras (1919 – 1939), Europa vive la miseria, la Bolsa de Nueva York cae y el sistema económico mundial colapsa, dando paso a los totalitarismos. Esta catástrofe financiera permite el advenimiento de gobiernos socialistas, nacionalistas y comunistas. Los totalitarismos hacen que todos los espacios de la vida de un país se vuelvan políticos .

En Italia, el totalitarismo copará la agenda nacional y la economía, con Mussolini a la cabeza. Alemania, en 1933 elige a Hitler canciller, y con él, el Nacionalsocialismo asume el poder: Nacionalismo alemán, Socialismo económico. España, con Franco, vivirá 40 años de fuerte autoridad, apoyada por la derecha.

Con estas propuestas, se pone en juego el dominio global (sueño de Hitler), y Europa servirá de primer escalón para tomarse el mundo. Las políticas antijudías están establecidas como principio y como uno de sus atroces modus operandi.

El 1 de septiembre de 1939 Alemania invade Polonia, y de esta forma, estalla la Segunda Guerra Mundial. Luego, Hitler invadirá los Países Bajos y culminará su acción militar con la invasión de París. En el corazón de Francia, dos grupos serán protagonistas de la Guerra: los colaboracionistas (la República de Vichy), y los Partisanos (De Gaulle escapa a Inglaterra, y se pone al frente de este grupo).

¿Quiénes entran en juego en esta Guerra? El Liberalismo Democrático, el Nacional-Socialismo y el Comunismo. Además, la Información, pues este conflicto armado de dimensiones planetarias, permitirá que los radares y los espías, así como las nuevas tecnologías, sean esenciales. Türing codifica las órdenes del alto mando alemán, dando origen a la teoría de la Información. Se pasa entonces, de la fuerza mecánica a la energía atómica. La evolución de la energía cierra una cadena de varios milenios: músculo-máquina-átomo.

La industria de la guerra da paso al nacimiento de la cibernética. La Teoría de Control y la Teoría General de Sistemas (de Bertanlanffi), ofrecen una nueva realidad: la Biología debe dejar de estudiarse en términos de lo elemental para hacerlo en términos de sistema.

Los oponentes de la guerra se constituyeron en Aliados (Francia, Inglaterra, Unión Soviética y Estados Unidos) y el Eje (Alemania, Italia y Japón). Una vez terminó la guerra, el mundo quedó dividido en dos bloques (Estados Unidos- Unión Soviética), se eliminó el Nacional Socialismo, y la carrera armamentista tomó forma. La Guerra Fría, que enfrentó a estadounidenses y soviéticos, permitió el desarrollo de guerras de baja intensidad (conflictos tipo), y patentizó el efecto de la segunda guerra en la contracultura naciente.

La Segunda Guerra Mundial dio origen a una nueva era histórica: una nueva época comienza a vivirse.

Este momento histórico cierra el ciclo de las preguntas por el progreso. Las proezas del siglo XIX quedan en entredicho, y la contracultura ratifica el cuestionamiento de Occidente.

La Escuela de Frankfurt (n.1923) esboza la Teoría Crítica de la Sociedad. Conformada por judíos (Adorno, Marcuse) ve cómo sus máximos exponentes emigran hacia Estados Unidos. Al finalizar la guerra, critican la sociedad alemana, el autoritarismo y el Capitalismo, que vive en términos de razón fundamental. Plantean a Marx desde una visión alemana. Leen a Freud, su concepto de dominación, entendida como razón emancipatoria, y muestran con lucidez, las contradicciones de Occidente.


El existencialismo, como corriente filosófica, señala la guerra como una fábrica de muerte, y pone en juego el estudio de lo cotidiano. Camus (1913-1960, Nóbel de Literatura de 1957), expresa bellamente el denominado desgarre existencial. Joyce en el “Ulises”, y Thomas Mann, en “La montaña mágica”, siguen a Camus.

En respuesta a la violencia, el psicoanálisis surge como elemento clave de la sociedad contemporánea. Freud, en “El malestar de la cultura” dice: “Todos somos sapiens y demens a la vez.” Por consiguiente, la demencia también está por dentro. Cuando el Tánatos se vuelve algo común, se da la base perfecta para la guerra. Paradójicamente, la guerra es necesaria para el desarrollo de las Civilizaciones. A modo de conclusión, el psicoanálisis presenta la irracionalidad al lado de la racionalidad.

André Breton, humanista francés, dice que la realidad está en los sueños, y al lado del psicoanálisis, sus ideas se convierten en una forma política para comprender los cambios. El Movimiento Estudiantil será la más viva expresión de esta simbiosis.

En América Latina, el Movimiento de Córdoba (Argentina, 1918), y en Europa, el Movimiento de Paris (1968) serán determinantes. ¿Vale la pena el costo de mantener la civilización? ¿Occidente tiene sentido? Preguntas que permiten abrir un espacio en el siglo XX, un horizonte para los movimientos sociales.

En Estados Unidos, en la década del 60, el Movimiento de la Población Negra (Afro americana) es un hito. Exigen la reivindicación de sus derechos civiles, a través de la cultura. El jazz, el blues y el soul, todos ritmos negros, se constituirán en formas simbólicas – y en una forma de hacer política -. Malcolm X, el Rev. Martín Luther King (Premio Nóbel de la Paz de 1964) y Mohamed Alí son sus máximos representantes.

Malcolm X simboliza la opción radical del poder. No tiene apellido, pues no se reconoce en los blancos. En los Olímpicos de México 68, hace manifiesto su poder a manera de símbolo. Los negros americanos barren en las justas deportivas.

Luther King, llama a la desobediencia civil, retoma a Gandhi, en el método de la No violencia. Es fiel seguidor de Henry David Thoureau, uno de los padres de la literatura norteamericana, quien escribió “El deber de la resistencia civil”. Este autor, no pagó impuestos de guerra, pues consideraba la guerra injusta. Invitó a sacarle el jugo a la vida, a vivir intensamente. “Golden”,otra de sus obras, fue escrita entre lagos y lagunas.

Por su parte, Luther King, escribió “Tengo un Sueño”. Su movimiento de reivindicaciones civiles de los afroamericanos es el antecedente del movimiento antiguerra de Vietnam: “No a la guerra; Sí a la paz.” Esta generación, la generación beat dio paso a la generación hippie.


El Movimiento Universitario de París, en mayo de 1968, le da carta de ciudadanía a la juventud europea. Estos jóvenes miran hacia América Latina. La juventud carga al mundo con un nuevo imaginario: La utopía al poder es la consigna.

Sartre y Foucolt, y el rock para cantar los cambios, son eje de la contracultura. No nos gusta el mundo dicen las letras de las canciones. Rolling Stones, The Beatles y Pink Floyd son las bandas más famosas, verdaderos fenómenos. Led Zeppelin reivindica las letras de Tolkien; de esta forma, lo mítico sube al escenario.

La contracultura se entiende como una búsqueda de sentidos que pasa por la reivindicación de otras culturas olvidadas por Occidente. Jim Morrison, músico, asume la religión a través de la música. En la búsqueda de sentidos se experimenta con sensaciones, y aparecen nuevas sensibilizaciones.

En medio de este panorama, el problema ecológico, la conciencia ambiental, se escucha en 1972 y 1973, en sendas reuniones mundiales sobre el tema. Los recursos no renovables se pueden agotar. Se pueden repensar los referentes, y así se experimenta el fragmento (el espejo hecho trizas).
Esta reivindicación del fragmento, ofrece lo local como cultural, y lo universal como un tema de mercado. Entre más local, más universal. No obstante, el mercado entra en contradicción, pues pretende homogenizar.

Se cambian, por supuesto, las formas de entender el espacio y el tiempo. Así, el espacio se vuelve virtual; el tiempo, simultáneo. La metáfora del momento son los flujos; ello nos trae la Perplejidad: Ahora, debemos preocuparnos no sólo de las preguntas sino también de las respuestas. Las prácticas son importantes, y ello hace que se replantee el papel de los sujetos y de las instituciones. Se da un choque, pues lo proyectos vitales no pasan por las instituciones.

La Universidad cambia. El eje Socio Cultural se relaciona con el Antropológico. El ámbito social está atado a la Nación. Lo social determina el Proyecto educativo Institucional. Lo Antropológico lleva a preguntarse por el tema de formación: ¿qué le compete a la Universidad?

Por otro lado, ¿la Universidad es una impronta en los estudiantes o no lo es? El eje científico, ofrece el desafío de la complejidad. Se dan dos elementos interesantes en el análisis de este eje. El primero, es un cuestionamiento ético – político, a raíz de la bomba atómica; y el segundo es un interrogante por lo epistemológico (el pensar): ¿Qué es lo científico hoy?

Esta gran transformación trae consigo una nueva lectura de los conceptos Naturaleza y Vida. Ello posibilita la aparición de dos incertidumbres. La incertidumbre empírica, donde el determinismo queda en retirada, y la incertidumbre lógica, donde toda pretensión de las teorías queda abierta. Lo científico es incompleto, dice Göedel. De estas aperturas surgen nuevos órdenes.

En términos históricos, se avanza de un observador en presente absoluto, que, siguiendo a Newton, fundamenta su trabajo en la relación causa (pasado) – efecto (futuro); sujeto – objeto (donde el objeto está dado, y el diálogo se da en términos de ley – objetivos), al modelo de Einstein, quien pone en entredicho la medición como parámetro. Aquí, el sujeto se interioriza en el objeto: la posición del objeto se vuelve relativa frente al sujeto.

Con la física quántica, el observador interviene en la medida del objeto, lo cambia. Por tanto, se ingresa en el terreno de la paradoja: El observador determina al objeto; y lo indetermina. Se integra al observador a la observación.

Husserl dice que las reflexiones del mundo son autorreferenciales. Se da el paso de la naturaleza mecánica a la naturaleza de la información (del hardware al software).

Ahora, la vida se lee desde la molécula; es un proceso autopoiético (nos morimos de tanto vivir). Se afirma que la vida, es un proceso negnentrópico: negar el desgaste es un proceso vital. Como conjunto de procesos dinámicos, es una cadena de desequilibrios irreversibles. Es decir, una causa puede provocar múltiples efectos; un efecto puede ser multicausal.

Los filósofos concluyen: si es irreversible el tiempo, estamos en incertidumbre empírica, lo cual constituye una paradoja de complementarios. El paradigma que sustentaba el orden, demuestra que está formado por el desorden, como elemento organizativo.

La teoría científica, por tanto, es completa, y no admite la contradicción (Escher). Este discurso permite el surgimiento de las expresiones lógicas, definidas como autorreferenciales, y admiten la verdad y la mentira (depende de...).

La incertidumbre lógica, plantea entonces, que los límites de lo que conocemos están en los parámetros de los límites de lo que conocemos.

Para finalizar, algunas ideas esenciales para vivir cabalmente la Universidad:

• Hay que repensar los parámetros de lo científico. Las incertidumbres resuelven las perplejidades.
• El problema no es de guardar conocimientos sino de organizarlos.
• Son posibles nuevas lógicas. Esto facilita el trabajo interdisciplinario y lo transdisciplinar.

Como objetivo, abramos espacio a la creatividad para reorganizar la realidad. Seguro que le hará bien a nuestra sociedad. Aportemos este esfuerzo a nuestra historia.


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