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La Cuestión se origina en Barranquilla, Caribe colombiano
domingo, septiembre 02, 2018
 

UNA INFAMIA PARA EL FINAL 

Por Andrés Rosales U.


Viendo un reciente video del saliente presidente (?) Santos en el que, patrocinado por un bufón bastante mediocre, ironiza sobre todas las fechorías en  su  gobierno,  por fin a punto de terminar, pensaba  en todos los padecimientos en los últimos 35 años de este pobre país, sobre el  que, una vez en manos de Santos ,  se descargó nuevamente  la pésima suerte que siempre lo había  acompañado, justamente cuando acababa de sacudirse de muchos de sus males a principios de este siglo. Y digo esto  porque la historia reciente de Colombia  ha sido una verdadera sucesión de tragedias. 

A principios de los ochenta Belisario Betancur decidió ensayar con un extraño  experimento consistente en doblegar a la guerrilla pintando palomas. El  país pagó con la toma del Palacio de Justicia un precio bastante alto por  esta y otras demostraciones de debilidad. En esa ocasión, el combate con la guerrilla transcurrió a pocos metros de la casa presidencial, donde Betancur permanecía desprovisto de   poder  en los momentos mas críticos de ese trance que terminó en catástrofe.

Vino después  Virgilio Barco, un sujeto que simple y llanamente no se pertenecía, un incapaz en el ámbito civil e inimputable en el ámbito penal, que debió por ese motivo gobernar por interpuesta persona. A esta anomalía gubernamental se le sumó la peor arremetida violenta de los narcotraficantes colombianos, a los cuales el estado resolvió  declararles una guerra  que hasta bien avanzado el gobierno de Cesar Gaviria iba perdiendo con amplitud.

Gaviria prácticamente se estrenó con una asamblea nacional constituyente a la que debemos ese curioso engendro variopinto e inconexo llamado constitución de 1991. Aunque nominalmente era Gaviria el presidente, en la practica las desiciones las dictaba el narcotraficante Pablo Escobar, que desde sus  múltiples escondites sitió al estado colombiano a base de fuerza bruta y de sobornos de toda índole que corrían a raudales hacia los tres poderes.  

Llegó Ernesto Samper, que hasta la era Santos ostentaba el título del gobernante más nefasto  de la historia de Colombia. El episodio que marcaría su gobierno sería nada más ni nada menos que el de la venta del poder presidencial a un grupo de narcotraficantes. Aunque resultó descubierto y delatado por su más acérrimo rival, Samper, bastante caprichoso, se empecinó  en no renunciar,  un lujo solo posible en estas repúblicas del tercer mundo, pero que al país le valió  un ojo de la cara:  repartición de sobornos a diestra y siniestra como precio para  retener el poder y el  presidente de la república  rehén de un cartel de la droga.

Andres Pastrana prometió  alcanzar la paz y refrendando su promesa con una fotografía  en el monte al lado del guerrillero “Tirofijo”, que, sabedor de la manifiesta ineptitud de Pastrana, decidió aupar a esta presa fácil que garantizaría 4  años de tranquilidad y prebendas para la guerrilla. Y tenía razón: la mentalidad  adolescente de Pastrana hizo rápidamente manifiesta la sensación de un ejecutivo vacante. La guerrilla  alcanzó el  máximo esplendor  en su historia y ante el vacío de poder llegó a expedir decretos numerados desde la zona de 40.000 kms cuadrados que le  fueron despejados. Se volvió imposible viajar por las carretera, infestadas  de subversión,  y hordas de guerrilleros  arrasaban sin control cientos de pueblos llegando incluso a merodear  peligrosamente las goteras de Bogotá.

Subió Uribe a gobernar  y fue como  el bálsamo  que esperó  el país  durante 50 años. Llegó a la presidencia con una consigna: recuperar la autoridad del Estado, que debía imponerse con el uso legítimo de la fuerza. Uribe fue la solución final a años   de políticas erráticas y blandengues que sirvieron de refugio a la cuestión guerrillera, que había terminado  por salirse de madre.

Pero sobre Colombia parece pesar un sino trágico, porque después el turno sería para Juan Manuel Santos.

Del gobierno de Santos no hay para que hablar. Allí está su video humorístico, grabado seguramente mientras masacraban a 9 personas en El Tarra  y en el que hace un completo resumen de su legado.

En el video, sin perder su acartonamiento,  luce  bastante desparpajado. Al fin y al cabo sabe que sobran motivos para que lo procesen, pero su impunidad está asegurada en un país sin justicia suficiente para juzgarlo.


De manera que para enterarse bien de lo que deja este gobierno al país,  solo basta ver el famoso video, una pieza que ya forma parte del inventario de las mayores infamias de nuestra  historia.

Agosto 5 de 2018

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