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La Cuestión se origina en Barranquilla, Caribe colombiano
domingo, septiembre 02, 2018
 

PARIAS 

Por Andrés Rosales U.


Después de la resaca del mundial de fútbol cobran notoriedad  varias noticias que estuvieron desatendidas durante un mes entero.

Una de ellas es la crisis en Nicaragua. Lo de Nicaragua es la misma historia de varias de las experiencias de izquierdas en latinoamérica en los últimos tiempos: un tirano queriendo perpetuarse en el poder y arruinando al país. Con montones de muertos que pone el pueblo, víctima del gobierno y sus cuerpos armados oficiales y extraoficiales. La promoción de dialogo nacional y otra serie de argucias para distraer a la opinión y al pueblo. La misma novela que viene sucediendo en Venezuela desde hace años.

La triste   historia de la izquierda latinoamericana en el poder es la de arruinar países y convertirlos en parias. 

Ya Fidel Castro dejó un legado en Cuba elaborado por 50 años: una isla muerta de hambre, un pueblo reprimido y oprimido. 50 años, más 10 de le era postfidel, de atraso, para terminar ahora reformando la constitución introduciéndole cambios sustanciales. Este mero formalismo, que es otro capítulo de una farsa rutinaria, esta vez arroja  una novedad: reconocer el papel del mercado y la propiedad privada, con la excusa de ponerse a tono con los tiempos. Como quien dice,  60 años de discurso contra el capitalismo, para terminan desdiciéndose después de arruinar física y moralmente un país. Es decir, 60 años perdidos.

En Venezuela, con un régimen tiránico perpetuándose en el poder,  la historia de Cuba se repitió con algunas variantes, pero con resultados más devastadores. En veinte años, la destrucción de la izquierda en ese país ha superado con creces los 60 años de desmanes del régimen castrista en Cuba, lo cual es mucho decir. Puede obedecer este ritmo vertiginoso a que definitivamente el nivel intelectual y el estilo de los gobernantes en uno y otro país son  diferentes. Los Castro, provenientes de una familia acomodada y formados en la universidad, rodeados de un entorno a veces de similares características,  frente a Chavez y Maduro, ambos de extracción popular y con una formación intelectual bastante precaria, ejercen el poder burdamente y henchidos de un  resentimiento acumulado por años.


Bolivia viene por el mismo camino, con un gobernante que cada cierto tiempo se inventa una excusa diferente para no entregar el poder. Allí sigue orondo desde hace 12 años,  sin la menor intención de ceder.

En Ecuador iba sucediendo lo mismo. El envalentonado Rafael Correa, con 10 años en el poder, ya hacía planes para quedarse un buen tiempo más, pero no pudo. Cedió, pero dejando a un sucesor que en principio continuaría con sus políticas, pero que finalmente lo traincionó.

Méjico acaba de dar un salto al vacío al elegir al izquierdista López Obrador. Sin embargo, parece improbable que allí se repita un  historia como la de Venezuela, por varios factores, el principal de ellos, su vecindad con los Estados Unidos.

Colombia hasta ahora se ha salvado de la desgracia de un gobierno de izquierda,  pero una amenaza cierta empieza a cernirse sobre ella. Esa amenaza se llama Gustavo Petro, que hasta hace poco aparecía como un riesgo remoto, hasta que en la última elección presidencial obtuvo más de ocho millones de votos, algo impensable hasta hace relativamente poco. 

En el país el caldo de cultivo de la izquierda petrista es la crisis institucional provocada por la clase política, incluida la de izquierda que a pesar de ser tan corrupta como los políticos liberales y conservadores camuflados ahora en un sinnúmero de facciones de diversas denominaciones, de forma hábil ha sabido lavarse la cara ante la opinión para figurar como una alternativa a la corrupción rampante.

Adicionalmente, el buen ambiente para la izquierda ha mejorado inusitadamente gracias al gobierno Santos, que terminó entregándose a un puñado de vejestorios desesperados en el monte, cansados y enfermos, dispuestos a arrancarle la mano al  presidente que les ofreciera cualquier cosa a cambio de dejar las armas. Sin embargo, la vanidad de Santos le ganó al cansancio de los viejos, que lo pusieron de rodillas  suplicándoles que firmaran la paz.

No hay que engañarse. En el horizonte de Colombia se ve el negro nubarrón de la izquierda y salvo que Iván Duque logre un gobierno excepcionalmente bueno y de verdad haya cambios en el establecimiento, esa tempestad va a estallar  y lo que viene después ya lo sabemos de sobra.

Julio 22 de 2018

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