La Cuestión se origina en Barranquilla, Caribe colombiano
domingo, septiembre 02, 2018
NO SE PERDERÍA MUCHO
Por Andrés Rosales U.
Difícil olvidar el largo silencio de las Farc en tiempos del gobierno de Álvaro Uribe. Unos arrinconados por los bombardeos de la fuerza aérea, otros escondidos en Venezuela, adonde salieron despavoridos, huyendo de Uribe con el rabo entre las piernas. Sin embargo, desde el inicio de la vorágine de equivocaciones y despropósitos que terminó en un acuerdo de paz, venimos padeciendo escenas que habían quedado en el olvido. Como la de un criminal de lesa humanidad profiriendo amenazas ante los medios de comunicación. “El proceso de paz está en peligro de precipitarse hacia el abismo del fracaso”, advirtió solemne y altivo el guerrillero Iván Márquez hace unos días en una nutrida rueda de prensa, atribuyendo esa posibilidad a que Jesús Santrich no quede en libertad o muera de hambre.
El ultimátum de Márquez por supuesto que no iba dirigida al pueblo, sino al presidente de la república. Porque a estas alturas es al único al que podría intimidar así, porque cumplir la amenaza formalizaría el fracaso del acuerdo de paz, que absorbió todas las energías del gobierno por 8 años. Para la mayoría de los demás, la huida de Márquez al monte, viéndolo bien, sería una buena noticia, porque reviviría la ilusión de un ajuste de cuentas. Sería acariciar nuevamente el sueño de verlo abatido por un ataque de la fuerza aérea. Como la ilusión de los judíos con los juicios de Nuremberg, o la de los kurdos, víctimas de Saddam Husseim, viéndolo ascender al patíbulo.
En cuanto a la huelga de Santrich, su muerte por inanición sería un suicidio en toda la regla, uno más de los cientos que ocurren a diario en el mundo.
Con Santrich muerto de hambre o huido, Márquez vuelto guerrillero cimarrón y el acuerdo trunco, la verdad no se perdería mucho, porque ese batiburrillo impracticable de 300 paginas que es el acuerdo ha resultado, como ya se sabía, un verdadero fiasco: como todo lo de Santos, fraguado en la trampa y la mentira, pero de una pésima factura final. Al contrario, comenzaría a desenredarse el galimatías jurídico craneado por los adláteres del gobierno en el congreso para implementar lo imposible torciéndole el pescuezo al estado de derecho.
Al caos jurídico al servicio del acuerdo hay que agregarle el debilitamiento general del estado para idénticos fines. Una debilidad artificialmente provocada por Santos para mantener viva a la niña de sus ojos, porque Santos, que es un pérfido, tiene un defecto peor, el de la vanidad, que supera con creces su perfidia. Y las Farc tienen medida su vanidad desde hace mucho. La vanidad que no lo dejaba disimular el frenesí por firmar el acuerdo a como diera lugar, y que condujo en Cuba a la humillación del estado colombiano, reducidos sus delegados al triste papel de amanuenses de las Farc. Y es por eso mismo que ahora extorsionan a Santos amenazándolo con desbarrancar el acuerdo de paz.
Débil con las Farc por la necesidad imperiosa de la preservación del acuerdo, con el resto de criminales, Santos, sin una motivación diferente a la dejadez y a su mediocridad como gobernante, se muestra simplemente indiferente y cuando ocasionalmente decide disimularlo vuelve a ser blandengue. Otra vez el estado arrinconado e indulgente, como en aquellos tiempos difíciles del intervalo entre los gobiernos de Turbay Ayala y Uribe, ambos exclusive.
Pues bien, los frutos se esa blandenguería idiota ya empiezan a cosecharse: violencia por doquier, como la del ELN, resucitado por Santos para tener con quien firmar otra paz, o la del tal Guacho, haciendo de las suyas en el sur, donde retiene tres cadáveres. Esas perturbaciones, un problema insoluble en tiempos de Samper y de Pastrana, que dejaron de serlo con Uribe y que vuelven a serlo con Santos, hoy se resolverían con unas cuantas toneladas de bombas lanzadas desde el aire, pero eso no va a pasar. No va a pasar, porque es regla de oro del decálogo del buen mamerto que el uso de las armas se reserve exclusivamente a los enemigos del Estado, que, mansamente, debe plegarse en espera de que le concedan un arreglo por las buenas.
De ese tamaño están las cosas en este país, al que le viene como anillo al dedo esta frase, no preciso pronunciada por quién: “La justicia sin fuerza y la fuerza sin justicia son las peores desgracias de un pueblo”. Ya el pueblo lo sabe, porque no olvida como fue rescatado el país, cautivo de la guerrilla, entre 2002 y 2010.
Mayo 20 de 2018