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La Cuestión se origina en Barranquilla, Caribe colombiano
domingo, septiembre 02, 2018
 

CORRUPCIÓN Y LEY 

Por Andrés Rosales U.

Viendo el resultado de  la consulta anticorrupción y la gran alharaca de sus dos principales promotoras, viene a mi cabeza el inveterado  fenómeno de la hiperinflación legislativa en el país.

No sé si será que  el colombiano tiene escondida alguna glándula secretora de iniciativas legislativas, pero lo cierto es que es escandalosamente alto el numero de leyes que se expiden cada año. Cientos de miles de leyes expedidas en más de un siglo, pero nadie sabe  a ciencia cierta cuántas son. Ni cuántas  siguen vigentes o han sido derogadas total o parcialmente. Es sencillamente imposible saberlo. A ello deben sumarse cualquier cantidad de resoluciones, ordenanzas, directivas, circulares, acuerdos, producto de la intervención de decenas de autoridades con competencia para expedir regulaciones de todo orden. Pero  lo cierto es que la mayoría no se cumple y terminan por ser un montón de palabras inútiles, un desperdicio de papel y de energías que solo sirve para confundir y enredarlo todo.

Todas esas disposiciones deben además  adecuarse a una  constitución muy particular que nos rige. Particular no solo por antitécnica, sino  por su contenido,  repleto de disposiciones absurdas (allí se habla por ejemplo  de un “derecho a la paz” que nadie a podido saber en qué consiste)   y por su inverosímil  extensión de más de trescientos artículos que la convierte en  una de las más largas  del mundo. Además del  abrumador inventario legislativo hay un insólito número de altos tribunales, que frecuentemente  chocan entre sí. La consecuencia de esta superposición de poderes dentro del poder judicial ha sido  nefasta:   la cosa juzgada  y  la seguridad jurídica desaparecieron. Así, muchos  fallos judiciales se mueven al vaivén de las conveniencias políticas y económicas. 

Al caos legal imperante se suma ahora  la consulta anticorrupción, que competía con la  agenda anticorrupción del recién posesionado presidente de la república. Y  entonces este ultimo decidió sentarse con los promotores de la consulta  para concertar una especie de agenda legislativa anticorrupción que comprende once proyectos de ley. Pero además los partidos políticos, en su mayoría conformados por políticos corruptos, tendrán la iniciativa para formular otras propuestas encaminadas a acabar con la corrupción. Como quien dice, más leyes. Más leyes  que se le suman a la miríada de las que ya existen y que, repito, no se cumplirán.

La verdad es que el  panorama de la corrupción en el país es desolador por dos razones. Porque es de tales proporciones que el estado es impotente ante ella y porque es producto de una  manguala imperante para conspirar contra la ley  y hacerla inane.

Mejor dicho, el problema no es de leyes, sino  de personas. Así por ejemplo, muchas veces el funcionario investigador resulta más corrupto que el investigado, por lo cual es objeto de una investigación a cargo de otro todavía más  corrupto. O pasa también  un ex presidente de la república se fuga del país, abandonándolo sin permiso del Congreso y  con la complacencia de las autoridades migratorias, como acaba de hacer Juan Manuel Santos.


Por eso es que la corrupción no se frena con consultas. La primera medida para frenarla  es una purga radical de la administración de justicia y de los organismos de control, y para eso hay que reformar  la Constitución. Porque  el  origen de las altas cortes, de fiscal, procurador y contralor generales es el congreso,  quizá la fuente de corrupción más prolífica del  país. Y por deberle el cargo a la institución más desprestigiada de Colombia, la  gestión de todos esos importantes cargos nace viciada.

De manera que esas iniciativas de consultas anticorrupción solo sirven para que sus promotores  adquieran notoriedad. Pero la corrupción es a tal punto crónica que en este caso la consulta es prohijada por la izquierda colombiana, corrupta a más no poder, como todas las izquierdas de que se tenga noticia, aunque  por ahora con la ventaja de poder capitalizar torpezas infinitas como por ejemplo  la elección de un contralor de dudosa ortografía. 



Capitalizó también  una consulta pagada con los impuestos de todos y seguirá capitalizando los próximos escándalos de  una corrupción de la que participa quizá de una manera menos perceptible por ser oposición. Y la tragedia no  será solamente que la corrupción vaya a seguir igual, sino que sea la izquierda la que, con prontuario a cuestas, pretenda cubrirse de gloria posando de  adalid de la lucha contra esa plaga terrible.

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