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La Cuestión se origina en Barranquilla, Caribe colombiano
sábado, marzo 11, 2006
 
El factor talento


Aunque parezca mentira, el programa “Factor X” es un sobreviviente, digamos que maltrecho, del desastre que es la televisión en Colombia. La mala reputación, el desprestigio, mejor, de los últimamente celebres “realities”, vuelven bastante trabajoso un reconocimiento tan arriesgado. No vamos a decir que el "Factor" abandono totalmente el recurso fácil del contenido fútil, pero seguramente sin proponérselo aportará algo más que los varios litros de lágrimas que cada uno de los programas de este género deja en el escenario en cada jornada.

Hasta el más negado a sucumbir a la absoluta tontería que de principio a fin es un “reality” puede terminar mordiendo el anzuelo del Factor X, sobretodo si le agrada la música. La primera etapa del programa, la clasificatoria, es casi toda un espectáculo circense de tan baja calidad que adquiere cierta comicidad a veces tan grotesca que mantiene el espectador atento.

Está primera etapa es también un testimonio de las realidades más tristes del país: un río humano se aposta en las afueras de las locaciones para las primeras audiciones, apretujándose desesperadamente por ganar el derecho a sacudirse de la pobreza, el ninguneo y el desprecio. La mayoría paga carísimo haber osado depositar sus esperanzas de salvación en la difícil tarea de cantar. Las desilusiones son mayúsculas, aunque uno que otro, mejor dicho, muchísimos, acuden al certamen sin otra ilusión que figurar en televisión en un horario triple A a cambio de hacer el ridículo muy a conciencia. La brusquedad del jurado se justifica en la mayoría de los casos.

Sin renunciar a la morbosidad del llanto ni a la futilidad del abordaje directo de las vivencias de los protagonistas, la fase final trae consigo el valioso aporte del programa: un puñado de talentosos aficionados juegan en serio a presentarse en vivo ante el público presente y al país entero en directo por televisión. El programa se convierte así, no solo en un deleite para el amante de la música, sino en la única posibilidad para un reducido número de sujetos anónimos de acceder a la fama valiéndose solamente de sus méritos. Acceso por méritos, no por padrinazgo. Una especie de revancha para el público que debido soportar tanta porquería musical, tanto “embuchado” (la mayoría de las acepciones de este término le vienen tan bien a lo que aquí acontece) que hay en este país (ahora resulta que el tal Fonseca, un sujeto musicalmente insignificante y con un nombre artístico verdaderamente tétrico, es una estrella).

Gran parte del encanto del evento viene de un despliegue del talento en un estado casi puro del artista inconsciente de las dimensiones de su talento, y precisamente por ello artísticamente muy sincero, y hasta cierto punto desprevenido. No se preocupe que después el demonio del mercantilismo arrasará con tanta maravilla. Gracias a los altos márgenes de sintonía que arroja la inefable futilidad de la gran porción no actuada del programa es posible disfrutar de algo que por cuestiones de sintonía en televisión es imposible de encontrar como no sea así, condimentando la apatía que podrían generar cantantes amateurs con la sazón con la inmisericorde explotación de las vivencias y desventuras de los protagonistas centrales del evento.

Este año el talento de los participantes verdaderamente brota a raudales. Y es así ello que pensaríamos que ha llegado a evidenciarse más de lo esperado que uno de los jurados calificadores, la jurado, este perdiendo autoridad para calificar a varios, casi todos, o de pronto todos, que la superan con creces en virtuosismo (el roquero Bryan, uno de los mejores, la señora Martha, el tumaqueño Mario o el cienaguero Walter, tal vez el mejor). Pero eso es otro asunto.

Por añadidura, parece increíble que a pesar de tratarse las galas de transmisiones en vivo de espectáculos musicales, una programadora colombiana cuyo sello distintivo era precisamente hacer de ese tipo de eventos verdaderas catástrofes realice transmisiones casi perfectas. Finalmente, la presentadora no parece de las de aquí, ejecuta su papel muy bien, es simpática, no grita, etc.


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